Muchas veces me preguntáis cómo llevar a cabo la limpieza de joyas en casa y, por este motivo, me decido a escribir sobre el tema. Lo principal es hacerlo de vez en cuando en el caso de las joyas que lleváis diariamente y al menos una vez al año para las piezas que usáis más ocasionalmente.
Para limpiar las joyas en casa, lo más recomendable es sumergir la pieza en agua templada con un limpiador anti-grasa (sirve un lavaplatos convencional) y, después de dejarla unos minutos, frotarla con un cepillo de cerdas no muy duras (los cepillos de dientes usados van muy bien para éste asunto).
Es importante no poner el agua muy caliente si no se conoce la reacción de las gemas al calor. Por ejemplo, nunca introducir en agua caliente una esmeralda o una tanzanita; sin embargo no hay problema en calentar el diamante o el zafiro. Por esta razón es mejor no arriesgarse y lavar la joya en agua tibia.
Al frotar la joya para lavarla, también conviene hacerlo con cuidado, sobretodo cuando la pieza tenga muchas piedras engastadas en garras; pues es frecuente que alguna cerda enganche con una de estas y pueda hacer saltar la piedra. De esta forma, podemos aprovechar para revisar los engastes, que ninguna de las piedras se mueva y así evitar que se puedan caer.
Lógicamente la limpieza a fondo de cualquier joya se debe hacer en el taller, especialmente si la pieza lleva sin tocarse años, o si, por ejemplo, el baño de rodio en el oro blanco empieza a desaparecer o el metal está tan arañado que necesita un nuevo pulido. Todas éstas cosas requieren una limpieza más a fondo, pero ya veréis que haciendo ese simple mantenimiento vuestras joyas recuperaran el brillo de los primeros meses.
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